A veces, dejamos las puertas cerradas para que el amor no se escape.
Y de tanto encerrarnos desaparecemos nosotros.
Convirtiéndonos en un montón de ojeras que no soportan que se haya marchado.
Pero nos acomodamos.
Y nos quedamos a vivir ahí.
Bajo las sábanas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario